La toxina botulínica, que desde hace pocos años tiene usos cosméticos, es una neurotoxina elaborada por una bacteria denominada Clostridium botulinum que provoca parálisis muscular progresiva.
La semana pasada, la ex directora del Instittuo de Salud Pública, Ingrid Heitmann, confidenció que Augusto Pinochet dispuso durante la década de 1980 de toxinas botulínicas capaces de eliminar a miles de personas dentro y fuera de Chile.
Los químicos, provenientes del Instituto Butantan de Sao Paulo, estuvieron en poder del régimen cuando éste enfrentaba precarias relaciones con Argentina, Perú y Bolivia, además de protestas sociales por la crisis económica.
Estas toxinas permanecieron en secreto por 27 años en un subterráneo del ISP y fueron descubiertas e incineradas en 2008, sin que Heitmann informara al Gobierno de Michelle Bachelet o a la justicia.
Historia de su uso
La toxina botulínica fue descubierta en 1897 por el bacteriólogo belga Emile van Ermengem, luego que un grupo de músicos enfermaran y murieran por ingerir comida infectada con la bacteria y desde 1977 fue introducida para uso terapéutico.Un adulto de 70 kilos de peso muere si es inyectado con sólo 0,15 picogramos de la toxina -cada picogramo equivale a apenas la billonésima parte de un gramo- y por ser considerada un arma de destrucción masiva está prohibida por la Convención de Ginebra y la Convención sobre Armas Químicas.
Muerte por botulismo
La toxina botulínica es la sustancia más venenosa que existe en la naturaleza para el ser humano, por lo que su uso en dosis inadecuadas o el ingerir una sustancia contaminada puede provocar botulismo.El botulismo es una infección capaz de provocar sequedad de boca, dolor abdominal, náuseas y vómitos, bloqueo de la transmisión neuromuscular, parálisis muscular progresiva que puede variar en gravedad hasta causar la muerte por una parálisis respiratoria.
Uso terapéutico de la toxina
La capacidad que posee la toxina botulínica para producir parálisis muscular se aprovecha para tratar ciertas enfermedades neurológicas y en operaciones de cirugía estética.En dosis muy bajas, tiene múltiples beneficios en el manejo de la espasticidad, en niños con parálisis cerebral, en pacientes con secuelas por accidentes cerebrovasculares, en pacientes que sufren distonía y espasmos hemifaciales.
Sus esporas, que son inofensivas, pueden permanecer dormidas durante años y en determinadas circunstancias, como ausencia de oxígeno y niveles de acidez bajos, germinan y producen la toxina fatal.
Las preparaciones comerciales de toxina botulínica, que se utilizan para usos cosméticos y terapéuticos bajo el nombre de Botox, contienen la proteína purificada colocando a la clostridium botulinum en un medio donde se multiplica durante unos días hasta que el alimento se agota y las bacterias mueren.
Luego, se aísla el veneno, se evapora y el polvo resultante se almacena y durante el proceso de purificación se hacen repetidas mediciones de la potencia de la toxina para comprobar que sea segura y eficaz. Previo a la inyección, el polvo se diluye en una solución salina, la que debe ser preparada por especialistas adecuados, ya sea fisiatras, dermatólogos o neurólogos.
La dosis depende del tamaño del músculo que se quiera tratar, de lo que haga falta debilitarlo y de la preparación comercial de la toxina. La cantidad que se inyecta es muy pequeña y corresponde a la dosis necesaria para matar a unos ratones, conocidos como Swiss-Webster, que tienen un peso entre 18 y 20 gramos.
El efecto que produce es relajar el músculo que se inyecta, disminuyendo la sintomatología y algunos de sus efectos adversos pueden ser la alergia y la inyección de una dosis inadecuada.
Además, por su efecto paralizante a nivel muscular, se utiliza en tratamientos cosméticos para neutralizar la aparición de arrugas, lo que ha provocado problemas en algunos pacientes, según especialistas, por mala calidad del producto o dosis exageradas.
No hay peligro para la vida
La vida del paciente inyectado no corre ningún peligro, porque la sustancia permanece en el sitio del pinchazo y no entra en contacto con órganos vitales como el hígado, el riñón o el corazón y porque, para que esto ocurriese, se deberían administrar varios cientos de dosis.Las inyecciones, cuyo efecto dura sólo entre tres y seis meses, tampoco causan irritación o inflamación y el paciente puede sentir molestias, dependiendo del volumen inyectado, la concentración de la proteína e incluso el pH de la solución.
La toxina botulínica paraliza o debilita los músculos inyectados, sin embargo, les deja fuerza suficiente para su funcionamiento normal, y los músculos vecinos permanecen sin ningún efecto.
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